La guía del superviviente oncológico

Este punto (junto con el último, pero no quiero hacerte un spoiler) son para mí los más importantes de la guía, y probablemente no vayas a poder encontrarlos en otro sitio. 

La cartita de la pena es tu as en la manga y no debes tener miedo ni reparo en utilizarlo. Veo que mucha gente trata de mantener la normalidad e intenta no pedir ayuda. Siguen con sus vidas como si no pasase nada. Pero el caso es que sí que pasa. Tu vida ha dejado de ser normal y tratar de mantener una fachada probablemente vaya a estresarte más de lo que pueda ayudarte. 

Hagamos una analogía: ves a una persona coger un ascensor para subir al primero (que son diez escalones). Piensas para ti «qué innecesario, podía subir andando». Y sin embargo, si la persona que ves llamar al ascensor va en silla de ruedas o con muletas, a nadie se le ocurriría pensar que debe subir andando. Pues bien, tú ahora mismo llevas unas muletas o una silla de ruedas invisible y el ascensor te va a ayudar. Que sí, que tanto el de las muletas como el de la silla podrían apañárselas para subir diez escalones si no existiese el ascensor, pero el caso es que existe y sería ridículo no usarlo.

Puede que te encuentres bien, sin ningún problema físico ni efecto secundario, y que digas «yo estoy perfectamente». Me alegro por ti y ojalá continúe siendo así. Pero lo cierto es que estás en una situación más vulnerable. Tienes un montón de cosas en la cabeza que no tiene la gente que no está en tu situación. Tu nivel de estrés basal es muchísimo mayor que el de una persona normal. Si alguien llega a casa y no tiene leche porque no ha podido ir a comprarla, se puede pillar un rebote y encabronarse, pero de ahí no va a pasar la cosa. Si una persona que tiene un nivel de estrés muy alto llega a casa y no tiene leche, puede que su vaso desborde. Y no va a desbordar un poquito porque no hay leche. Va a generar una riada que desemboca en «mi vida es una mierda» o «todo me pasa a mí» y te hunde hasta tocar fondo. Lo digo con conocimiento de causa.

¿A dónde quiero ir con todo esto?

Y sí, lo digo con taco incluido, resaltando bien la letra. Porque quiero que se te grabe en la cabeza. Si alguien se ofrece a hacerte la compra, le dices que sí. Porque tu nivel de estrés debería ser el menor posible y hay una parte sobre la que es muy difícil actuar: la mental. Así que cada ayuda que te ofrez-can en cualquier ámbito de tu vida, la aceptas. Y, si no te la ofrecen, la pides. Haces uso de tu ventaja, que para eso está.

Piensa en cómo actuarías tú si alguien a quien quieres le pasase lo que a ti. ¿No te ofrecerías de mil amores a hacerle los favores que te pida? ¿No te sentirías genial por poder ayudar, por poco que sea, a que esa persona se sienta bien? Es muy posible que estuvieses deseando que te pidiese un favor. Porque la mayor parte de la gente tiene ganas de ayudar, y pidiéndoles un favor no solo vas a estar tú mejor, sino que probablemente ellos también se sientan estupendamente. El ser humano es un animal social y, como tal, tiene mecanismos que recompensan el ayudar a los demás.

Resumiendo: que no dudes en pedir ayuda. Aunque te cueste. Y te va a costar, porque llevamos toda la vida empujados hacia el «búscate la vida» y el «sé fuerte e independiente» Intenta decirles a la gente lo que necesitas. Esta cartita de la pena hace que peticiones que en circunstancias normales a la gente le daría muchísima pereza aceptar se conviertan en algo que hasta les apetece. Y la magia está en ese por ti, porque ese factor convierte cosas pesadas en ligeras solo con pensar que te están ayudando.

En ocasiones, la gente quiere ayudar pero no saben cómo y acaban, por ejemplo, visitándote todos en el hospital la misma tarde. Podrías haberle di-cho a Fulanito que te vendría mucho mejor que en vez de visitarte se pasase por tu casa a regar las plantas y ventilar antes de que te den el alta. Y si se juntan tres o más personas, probablemente no puedas hacerle mucho caso a nadie.

Enlazo con el siguiente punto, que tiene mucho que ver con las visitas:

3 APRENDER A PEDIR
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