Al principio, iba a titular estos consejos como Guía de supervivencia del paciente oncológico. Pero luego me di cuenta de que quería terminarla con un toquecito optimista y decidí cambiar el título. Como puedes ver, no es la guía del superviviente, si no la del súper viviente. Esto se debe a dos razones: la primera, que no tengo una bola de cristal que me permita ver el futuro y por lo tanto no tengo ni idea de si vas a sobrevivir. La segunda, el cáncer es, además de una PUTADA inmensa, una oportunidad de aprender a vivir mejor, a súper vivir.
Imagina que la vida fuese hacer un castillo de cartas. Amontonar las cartas en triángulos e ir colocándolas unas junto a otras para seguir subiendo hacia arriba y, cuanto más alto sea tu castillo, más feliz serás. El cáncer derriba ese castillo. Es la ráfaga de aire que acaba con todo. Pero a la vez, te permite empezar de cero. ¿Quiere alguien empezar de cero? Generalmente no, porque da mucha pereza y es muy difícil. Pero también tiene ventajas importantes. Porque ahora sabes muchas cosas que antes no sabías y que van a hacer que reconstruyas no solo mucho más rápido, sino también más fuerte de lo que construiste en un principio. Porque trucos como poner doble carta hacen que la estructura sea mucho más resistente.
Apliquemos esto a nuestras vidas. Vivimos en una sociedad capitalista
y consumista. Eso tiene partes buenas y partes malas. Las malas suelen traducirse en círculos viciosos que acaban atrapándonos y mermando nuestra calidad de vida sin que seamos siquiera conscientes de ello. Uno de los más comunes en los que cae prácticamente todo el mundo es el estudio trabajo duro. Llegar a bachiller y decir «tengo que darlo todo para estudiar la carrera que quiero» para poder continuar en la carrera con «no puedo relajarme, necesito tener un expediente excelente y que me contraten donde quiero» y luego en el trabajo «soy el nuevo, tengo que dar el ciento cincuenta por ciento para que vean que soy muy bueno y me asciendan»… Así continuamente, siempre con una meta más ambiciosa por delante y dejando un montón de oportunidades de ser feliz por el camino.
Si hay algo que puedo afirmar con seguridad y con conocimiento de causa, es que somos seres sociales y lo que nos aporta felicidad y nos hace sentir bien son nuestras redes sociales. No me refiero a Facebook ni a Instagram, sino a la red de familia y amigos con la que estamos interconectados. Son precisamente esas redes sociales las que descuidamos debido a los círculos viciosos. «Ya llamaré para ese café, que el viernes tengo un examen» se convierte en «ya llamaré, que tengo una entrega» y muta a «ya llamaré, que tengo una reunión» para terminar la mayoría de las veces en que no llamaste y poco a poco te distanciaste de ese o esos amigos.
Pues bien, el cáncer, dentro de que es una grandísima mierda que no le deseo a nadie, también es una oportunidad magnífica para romper círculos viciosos. Porque muchas veces tenemos que luchar contra nuestras propias mentes y contra lo que la gente espera de nosotros. Si llevas toda la vida metido en esa vorágine, es prácticamente imposible salir. Porque tu mente, incluso si es consciente de que no eres feliz, no te deja huir. Porque eso implicaría asumir que todo lo que hiciste estaba mal y eso a tu cabeza no le gusta nada. Sin embargo, el cáncer puede ser tu comodín, ya que la irrupción de una catástrofe puede servir de excusa contigo mismo. Un «no es que yo me comportase de forma absurda, es que la vida me arrastró y he necesitado este brusco frenazo para darme cuenta de que no voy en la dirección que a mí me gustaría» le suena mucho mejor a tu yo interno que un «lo he hecho mal hasta ahora yo solito, así que cambiemos de dirección».
Vas a tener un parón en tu forma de vida, un cambio de rutina total. Aprovéchalo para pensar. Para decidir qué te gustaría hacer y ser, si tuvieses la oportunidad de elegir de nuevo con todo lo que has aprendido hasta ahora. Y luego, aprovecha que el cáncer es la excusa perfecta y ponlo en práctica. Como dice un amigo mío: «cambia de preguntarte ¿por qué a mí? a ¿para qué a mí?».
Muchísimas veces nuestras interacciones sociales están viciadas por la rutina y lo que se espera de nosotros. Contestamos y reaccionamos de ciertas maneras basándonos mucho más en las expectativas de nuestro interlocutor que en lo que nosotros queremos hacer o decir. Por eso hay gente que se va de campamentos con desconocidos y cambia totalmente su forma de ser. Porque en su rutina diaria se ha acostumbrado a actuar de una forma determinada y su entorno espera que siga comportándose así. Sin embargo, entre personas que no le conocen de nada, puede ser como realmente le apetece ser. Y de nuevo, el cáncer puede ser una excusa perfecta para cambiar tu forma de actuar. De la que tienes para satisfacer las expectativas de los que te rodean, a la que te gustaría tener en cada momento.
La enfermedad puede ser nuestra manera de hackear nuestra mente
y conseguir enfilarnos en la dirección en la que queremos ir, pues nos proporciona la excusa que tanto nuestra propia cabeza como nuestros amigos y conocidos van a necesitar para explicar nuestro cambio de actitud.
Y por eso, en un mundo en el que la mayoría de la gente se encuentra inmersa en círculos viciosos complejos, el hecho de que tú puedas cambiar el chip para vivir como quieres vivir, viendo como las imposiciones sociales tienen cada vez menos efectos sobre ti, se puede considerar súper vivir. Y el cáncer, pese a ser una grandísima putada, puede ser también la oportunidad perfecta para empezar a hacerlo.